«El viernes empieza la guerra contra la inflación en la Argentina, vamos a terminar con los especuladores», dijo el presidente, Alberto Fernández, horas antes de que el Indec informara que la suba de precios en febrero fue de 4,7 por ciento, la más alta del último año, y que el rubro de alimentos y bebidas mostrara posiblemente el mayor incremento desde el estallido de la convertibilidad, con un 7,5 por ciento.
El Ejecutivo no le puede encontrar la vuelta al tema de los precios, que luego del descontrol cambiario de principios de 2018 dio un salto desde el escalón del 25-30 por ciento al 50 por ciento. En 2018, el índice de precios del Indec cerró en 47,6 por ciento y en 2019 quedó en el 53,8 por ciento. En 2020, gracias al súbito freno de la oferta que supuso la pandemia y a las medidas extraordinarias de controles de precios, la inflación bajó al 36,1 por ciento, pero el año pasado volvió al 50,9 por ciento.
La cifra oficial del INDEC superó a las estimaciones del sector privado, que según el último Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) del Banco Central (BCRA) había previsto una inflación de 3,9% para el segundo mes del año, el mismo número que dio el INDEC para enero.
El acuerdo con el FMI prevé un aumento de precios de entre 38 y 48% para 2022. El ministro de Economía Martín Guzmán dijo en reiteradas ocasiones que para su cartera la inflación es un fenómeno “multicausal” y que, en ese sentido, su solución requiere de un enfoque integral que contemple tanto la acumulación de reservas (para evitar presiones sobre el dólar), como un financiamiento más sano del déficit fiscal (reducción de la emisión monetaria) y políticas de precios e ingresos (para coordinar expectativas).
Sin embargo, el mercado no cree en la proyección oficial. Según el último REM, la inflación anual esperada es del 55%.